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He caído mil veces, mil veces me he levantado. Caeré otra vez, pero será la última, no me levantaré más. Me dormiré para no despertar, caeré a un negro abismo, caeré en el olvido. Nunca hice nada por nadie, nunca merecí amor ni amistad alguna, nadie llorará por mí cuando esto acabe, cuando acabe todo. Mis ojos están cansados de ver sufrimiento en los rostros de los demás por causa mía. Mis manos están cansadas de hacer daño. Mi espalda no puede soportar el peso tan grande de la culpa. Mis piernas se debilitan, cada paso que dan las hace doblarse.  Y caeré. Caeré de rodillas clamando al cielo. Suplicaré que todo acabe, que Satanás me lleve con

Soy Namaku, tengo once años, como tú, y soy aprendiz de chamán. El chamán del pueblo aquí es Kentax. Él siempre dice que hasta que no sea mayor no entenderé sus extraños ritualed, mi padre, en cambio, dice que todo es una farsa y que yo debería dedicarme a la caza. Desde que madre murió, está empeñado en ello, dice que debo ser fuerte para defender a mi mujer cuando sea un hombre. Madre murió en manos de un chamán, el antecesor de Kentax. Según aquel chamán, los dioses habían llamado a madre a su presencia, pero padre nunca lo aceptó y, desde entonces, permanece en continua guerra contra los chamanes. Padre quiere abandonar la tribu para ale

Escribir. Escribir como terapia. Para desahogarse. Reflejar en un papel tus sentimientos, emociones e ideas. Transmitir tu historia a protagonistas con nombres anónimos. Sentir que alguien te escucha, te lee, te apoya, siente lo mismo que tú en su sangre. Sentir que te expresas mejor con la pluma o el teclado que con tu propia lengua. Que los demás te ven como un bicho raro solo por escribir. ¿Y qué si llevo escribiendo toda mi vida? ¿Si es la única forma de evadirme de la realidad? ¿De crear mi mundo? ¿La única manera de expresarme como soy? ¿De HABLAR?